A mi regreso a España experimenté que no podía morirme, mi cabeza, mi corazón y mi alma quedaban aletargadas en custodia a la madrecita Rusia como si acaso la nostalgia de un pensamiento auténticamente ruso se hubiera apoderado de mí. Como si la Poesía Pushkina me hubiera robado el sentido y debía volver cuanto antes para tener una nueva vida rusa. Que sin ella me ahogaba y ya no era yo mismo. Las circunstancias personales me lo impedían pues tenía a mi madre que era anciana y con sus facultades mermadas y tenía no sólo la obligación adquirida de devolverle todo el cariño y esfuerzo que me salvaron la vida tantas veces, sino que más allá de ello y por razones humanitarias debía atenderla, eso y renunciar a Rusia supondría gran sacrificio pero siempre hubo un modo de regresar una y otra vez, aun fuera por periodos cortos, al menos antes de que llegase la crisis, esa que no supimos ver hasta que nosotros (Europa y Usa) la tuvimos encima sin remedio hacia allá el 2010, pues intuyo que otros continentes ya hacia años que la sufrían endémica a diario.
Tsaritzyno 2005 |