miércoles, 27 de febrero de 2013

Siberia

Aquellas distancias geográficas eran absolutamente insalvables por mucha voluntad que tuvieran quienes quisieran estar juntos y compartir una vida. El juego había terminado. Naturalmente distinto es para quien tiene claro que desde un buen principio busca algo más. Una aventura, un nuevo compromiso, una novia, una esposa, otra vida y que si ésta surge se dejará todo: trabajo, familia, amigos y se viajará hasta donde fuera necesario para conseguirla, hasta el fin del mundo si fuera preciso, pero ese no era ni mucho menos mi caso y me temo que tampoco el suyo. Viví una gran contradicción en mi mismo. Yo era un espíritu libre pero me sentía profundamente desolado, era algo así como un gran fracaso para mí, pero a la vez tenía la obligación de acabar con aquel sin sentido. Yo no pretendía jugar con fuego, no deseaba engañar a nadie ni darle a Vicky falsas esperanzas. Es más, si yo era contrario a algo y me parecía intolerable en la vida era especialmente la mentira, el abuso y la crueldad, el resto a mi modo de pensar quizá todo era perdonable. Así que tomaría la decisión de poner punto y final a esa locura. Mejor antes de que la cosa fuera a mayores y se hiciera irremediable. Le comunicaría a Vicky que aun nos supusiera para ambos un gran dolor era mejor dejarlo aquí y ahora. 

Rusia 2008

martes, 26 de febrero de 2013

El Dilema

Vicky recibió el mensaje con preocupación y se lo tomó a mal. Se sentía ofendida y me presionó aun más, pues parecía como si a ella le pareciera un auténtico acto de cobardía ese abandono por mi parte. Una renuncia que hubiera roto todas sus esperanzas depositadas en aquel prácticamente desconocido. Como si ella hubiera confiado en mí desde el principio y yo le hubiera finalmente traicionado. Me pidió que no lo tirásemos todo a rodar, que me echaría mucho de menos y que por favor nos diéramos una nueva oportunidad. Por supuesto yo no quería dejarla pero entendía que era la única opción sensata. A mí sólo me faltó aquello para tomar una decisión al respecto, porque Vicky y a quien no conocía en absoluto excepto por todo aquello que nos quisimos contar, a mí me gustaba mucho, demasiado, la sentía profundamente. Sería porque se dice que la atracción de lo semejante a veces se hace incontenible. Y Vicky al igual que yo se mostraba tranquila, serena. La paz y quietud que evocaba en mí era casi irresistible más allá de su exótica belleza. Su piel tan clara, blanca como la nieve, unida a sus límpidos ojos entre un rango gris y azul parecían clamar su pertenencia al cielo. Desde luego para mi entender si alguna vez los ángeles se hicieron visibles sin duda debieron ser lo más parecido a ella. Yo no podía oponerme a un sentimiento que crecía con fuerza en mi interior. Aun me obstinara en no reconocerlo estaba completamente enamorado de ella y lo estaba desde la vez que a primera vista la vi. Amor a primera vista. De hecho no podía ser de otro modo, sino siquiera hubiera perdido un sólo segundo de mi tiempo en flirtear con ella. Ciertamente yo lo último que deseaba era decepcionarla y de algún modo me vi forzado a continuar en aquel complicado idilio virtual pero yo creía profundamente en las palabras, para mí significaban mucho, lo significaban todo y no eran vanas o sin sentido. Quizás me encontraba atrapado en mi propia red y que con tanta devoción tejí, aun yo no jugaba con ella y asumiría cada frase que estuviera dispuesto a pronunciar. La ruleta volvía a girar pero en definitiva ¿no es eso la vida?


Ksenya 2005



sábado, 23 de febrero de 2013

El Desafío

Bien, entonces dije a Vicky “Mira, iré al consulado y formalizaré una invitación para que vengas a España, los gastos corren a mi cuenta así que tu no te preocupes por nada. Sólo haz la maleta, llénala de ilusiones y ven” A Vicky le gustó la idea y le parecía bien pero dijo que había un pequeño problema y es que no podía ausentarse ni lejos ni por mucho tiempo puesto que estaba pendiente de recibir la documentación para un trabajo. Sin aquellos documentos y los posteriores trámites ella no podría trabajar de profesora. Entonces ella me pidió que nos encontrásemos en su ciudad. ¿Surgut? ¿Siberia? A mí lo más parecido que me sonaba todo eso era a hielo y Gulag. ¿Quién querría ir hasta allí? Incluso hasta Vicky me lo advirtió “Esto no te va a gustar honey” Aun no lo parezca yo no sentía la inquietud de los grandes viajeros ni el inquebrantable estímulo por el desafío, el descubrimiento y el riesgo. A mí no me entusiasmaba viajar más allá de lo necesario, siempre lo encontré tedioso. Yo era un explorador del pensamiento pero no un indómito aventurero. Viajar hasta aquel remoto lugar de la esteparia Rusia no me motivaba especialmente. Bien al contrario era un viaje que me intimidaba. Lo cierto es que yo ignoraba Rusia.

Moscow 2006

viernes, 22 de febrero de 2013

La Decisión

Ahora que habíamos decidido estar de nuevo juntos a miles de kilómetros de distancia me pregunté si no habría un modo de mejor remediarlo para estar juntos. De acuerdo, pero primero era necesario saber qué es lo que quería Vicky. En los siguientes mensajes traté de averiguarlo, sin embargo no era tan sencillo. Y es que nadie sabía lo que quería Vicky, especialmente me temo ella tampoco. A todo esto las cartas se hacían día a día más intimas y yo había dado un paso importante en la relación. Cada semana le enviaba algún que otro obsequio mediante un transporte internacional: Flores, peluches, etc y ahora también la llamaba y hablábamos por teléfono casi todos los días. Vicky no daba crédito a ese diluvio de afecto que recibía y se sentía muy querida por aquel extranjero pero lo que más apreciaba eran los momentos como cuando les cantaba por teléfono a ella y a Nikita, su hijo de 6 años. Recuerdo que uno de esos días Vicky no se encontraba en casa y entonces hablé con los padres, bueno, lo de hablar era un suponer porque los padres sólo hablaban ruso y yo por supuesto no tenía ni idea. El caso es que su madre repetía una y otra vez una palabra que yo no atinaba a comprender y ninguno de los dos nos atrevíamos a colgar definitivamente el teléfono. La palabra en cuestión era “до свидания” significa “Adiós” pero es una palabra tan bonita que no sonaba a despedida y así estuvimos largo rato: yo escuchando la palabra y la madre repitiéndola con angustia pero como quiera que la madre de Vicky no colgaba tampoco lo hacia yo. Tuve la impresión de que los rusos también eran muy educados.

Vika / Ksenya 2005




jueves, 21 de febrero de 2013

La Nueva Rusia

Las cosas habían cambiado mucho desde que el país dejó de ser la URSS sin duda pero la imagen tópica de las colas de racionamiento estaba aun presente en mi retina y también probablemente en el imaginario europeo sobre Rusia, aunque fuera parte ya de la historia y mitología rusa y para mí, como para muchos europeos, ver a la gente esperando su turno pasando frío en las calles era lo más cercano a todo conocimiento que tuviéramos de Rusia. Hasta tal punto era así que en una ocasión llegué a preguntarle a Vicky si debería llevar agua mineral embotellada o alguna clase de comida porque no sabía que clase de comida tenían allí, no fuera caso que no tuvieran nada que comer. Naturalmente entre risas Vicky me dijo que estuviera tranquilo y no me preocupase, que en su ciudad y por supuesto en los mercados rusos había de todo para comprar, siempre y cuando tuvieras dinero para pagarlo. También pensé nunca llueve a gusto de todos, pues recordé a un buen amigo mío que recientemente me dijo que realizar el viaje Transiberiano era el sueño de su vida pero en este caso la cosa era demasiado personal y no podía permutarlo con él. Bueno, ¿qué podría hacer? Tendría que asumir el viaje antes o después, así que no lo pensé dos veces y me dirigí a la Agencia de Viajes.

Moscow 2005

miércoles, 20 de febrero de 2013

Posibilidades

Viajar a Rusia en un viaje organizado no comporta ninguna dificultad, tampoco demasiados problemas si se trata de visitar Moscú o San Petersburgo, pero si la cosa es viajar por el país libremente y a tus anchas, ahí los trámites se hacen bastante complejos. Por aperturistas que parezcan los tiempos aun a las autoridades rusas no les gusta nada tener extranjeros merodeando y tomando fotos por sus ciudades. Algunas cosas o mejor dicho algunas desconfianzas y hermetismos perduraban pasaran los años. Así que yo no encontraba muchas facilidades para llegar hasta la ciudad de Surgut. No podía comprar un vuelo directo desde España, por descontado éste no existía, pero ni siquiera uno con escalas y si acaso quería adquirirlo una vez hubiera pisado suelo ruso no me lo venderían a menos que un funcionario me acompañara hasta el otro nuevo Aeropuerto y para los trámites que hubiera de formalizar, al menos así me lo planteaban desde aquí. El caso es que la cosa no pintaba nada bien, demasiadas contrariedades, tal vez todas se resolvieran con una sola cosa importante en Rusia: Paciencia. Pero no nos engañemos, en definitiva tal vez se tratase de otra distinta que sí lo arregla todo mejor y en cualquier parte: Dinero. Yo llamé a Vicky para contarle la situación. Y si ella no podía ir a Barcelona y yo lo tenía difícil o no podía hacerlo con toda probabilidad hasta Surgut miraríamos de encontrar otra posibilidad. Quizás la solución fuera encontrar un punto medio que nos evitase problemas a ambos y ese lugar no era otro que la extraordinaria ciudad de Moscú. El lugar donde se tomó la famosa foto donde todo comenzó y esta vez quizás podríamos repetir la instantánea los dos juntos con la Catedral de San Basilio de fondo, en un marco único e incomparable. Así acordamos que la esperada cita sería en la capital rusa. Moscú. Yo le pregunté si necesitaba que le enviase dinero para cubrir el desplazamiento y ella respondió que no, también le comenté que si quería traer a Nikita consigo por mi parte no había ningún problema, a lo que ella respondió que tener unas vacaciones sin Nikita le sentaría de maravilla, además sus padres estarían encantados de cuidar de él por unos días. De todos modos, aun ella lo desconociera yo tenía decidido que los gastos de ambos correrían a mi cargo. El plan en principio era pasar 15 días en la capital rusa y si Vicky podía facilitar mi traslado junto con ella a Surgut, yo la acompañaría hasta su casa y nos quedaríamos en Siberia hasta completar el mes.

Moscow 2006

martes, 19 de febrero de 2013

La Promesa

Sólo puse una única condición. Le pedí que por favor lo pensara bien y si acaso no quería o no podía me lo dijera. Que si ella no estaba segura me lo dijera ya, que yo lo entendería perfectamente y no insistiría, pero que me asegurase de un modo inequívoco que ella estaría allí esperándome y en el lugar acordado ya fuera con sol, lluvia o nieve. A lo que ella asintió emocionada. “I’ll be there honey” Vicky repitió una y otra vez ilusionada y contenta: “I’ll be there, I swear, I swear” Entonces busqué para ese encuentro un lugar exquisito y romántico en unos elegantes apartamentos al sur de la ciudad con vistas a los hermosos parques de Moscú, rodeado de profundos bosques en los cuales Catalina la Grande paseó y cabalgó cerca de sus Palacios en sus días residenciales de Moscú. Era un Apartamento-Hotel espacioso con varias habitaciones y camas individuales, cuarto de estar con cómodos sillones, cocina, recibidor y baño lujosos. Yo no es que fuera rico, tampoco un derrochador, todo lo contrario, pero me preguntaba cuantas oportunidades da la vida para querer profundamente a un gran amor, a lo sumo un par ¿una? y aun fuera por una sola vez valía la pena gastarlo todo como la ocasión se merecía. Inmediatamente le envié fotos del lugar que sería nuestro hogar las próximas semanas y Vicky se sintió conmovida por todos aquellos preciosos detalles. Yo aun lo pareciera no trataba de impresionarla, mi más sincero deseo era que los dos pudiéramos compartir esos instantes únicos que la vida nos ofrecía y que ¿quien sabe si podrían volver a repetirse? Le rogué de nuevo que si ocurría cualquier eventualidad o circunstancia me llamase o bien al móvil o al teléfono de casa o a la recepción del Hotel o que usara fax o un mensaje de e-mail. Antes del encuentro las últimas palabras de Vicky fueron: “You don’t worry honey, I’ll be there, I swear”

Moscow 2006

lunes, 18 de febrero de 2013

Noches Blancas de Moscú

Yo esperaba con impaciencia el día de tomar el vuelo y a pesar de que el viaje me inquietara enormemente trataba de apartar esos vagos pensamientos y pensar en cosas positivas y así para matar el tiempo me dirigí a unos grandes almacenes y compré un montón de regalos para Vicky, Nikita y su familia. Cuando llegó el 5 de Agosto de 2005 ya no había marcha atrás. Tenía planeado que Rusia durante las próximas semanas me acogería entre sus inconmensurables brazos. Cientos de preguntas y dudas que durante meses rodearon en torno a nuestras desconocidas vidas ahora se despejarían de un vuelo. La noche anterior a nuestro encuentro nos despedíamos para hallarnos a la noche siguiente en persona, frente a frente, uno con el otro, finalmente juntos. El día acordado y la hora de la verdad había llegado. Naturalmente esa noche la emoción que me embargaba apenas me había dejado dormir pero me levanté con energías renovadas, un suspiro de esperanza me empujaba a tomar con fuerza el equipaje hasta el punto de embarque. Luego subí al avión con el nerviosismo y guardo de todo enamorado al saberse tan lejos de su amor así como tan cerca de su más pronta felicidad. Al sentarme en el avión pronto me di cuenta que tal como el avión despegaba y se elevaba entre las infinitas y espumosas nubes blancas el desasosiego desaparecía y entraba sumiéndome en otro mundo. Una aeronave que me habría de transportar a un nuevo planeta Tierra donde moraba mi dulce amada. Los viajeros y tripulación hablaban otro idioma, uno totalmente incomprensible para mí. Los rótulos y las palabras eran indescifrables. Todo era distinto pero todo parecía ir en su curso y perfectamente bien. Yo desde un buen principio fui reacio a aquel viaje, estaba temeroso y dubitativo, y es natural que me preguntase ¿a donde me conduciría aquel vuelo? pero a la vez me exponía entero, satisfecho, desnudo a lo desconocido, pues ¿acaso no todos somos juguetes en manos del destino?

Moscow 2006

domingo, 17 de febrero de 2013

La Llegada

Finalizando la travesía el comandante anunció que nos acercábamos a nuestro destino y que la ciudad de Moscú estaba a las puertas. Miré expectante por la ventanilla y por primera vez la vi emerger imponente en el horizonte. El sol aun la iluminaba y las casas y granjas a las afueras se divisaban diminutas en vivos colores rojo, verde, azul y amarillo y que impregnadas de una brillante barniz se antojaban como de plástico, como casitas de las fichas de intercambio del juego del “Monopoly”, luego el peso del modelo gris soviético se impuso de un modo poderoso y abundante entre el verde de los bosques sólo roto por el brillante tono de las cúpulas de las numerosas iglesias. Me fascinó la desconocida Moscú desde el aire pero ahora se acercaba y era el momento crítico e inquietante de pasar por la Aduana. Aun no ocultando nada y con los papeles requeridos en regla era un momento angustioso y bastante estresante para mí, pues y ¿si a alguien que mandase algo allí se le ocurriera decidir que debía tomar la maleta de vuelta y regresar en el próximo vuelo? me preguntaba. Lo que viniera a continuación era un misterio y fuera lo que fuera, notaba en la atmósfera algo raro, una intangible intuición y con extraños pensamientos que me anunciaban un desenlace no muy favorable. Ese presentimiento se cernía sobre mí en aquellos instantes ¿pero el qué? ¿cual?

Moscow 2005

sábado, 16 de febrero de 2013

La Aduana

A mi turno me acerqué un tanto nervioso al puesto de madera observado por una funcionaria que no dejaba de mirarme de arriba abajo sin ningún reparo. Comprendía que ese era su trabajo y no esperaba una mirada cómplice pero tampoco tenía porque ofrecerse con ese desdén tan gélido. Ni me lo explico pero durante un tiempo no sabría definir, largo, exagerado, me mantuvo prácticamente en posición de firmes, allí, sin que nada ocurriera excepto darle la vuelta a mis papeles una y otra vez. Todos los pasajeros habían pasado ya por sus distintas garitas y yo quedaba rezagado el último y las maletas ya empezaban a salir. Me impacientaba y recurría a la señorita en Ingles una y otra vez preguntando si acaso había cualquier problema, pero ella hacía como que me ignoraba. Me quedé solo, nadie faltaba por pasar la Aduana y además todos los pasajeros habían recogido sus equipajes. Yo estaba sudoroso, bastante asustado. Pensé en las muchas cosas que podían suceder en un aeropuerto y más si cabe en uno ruso y la verdad ninguna me reconfortaba lo suficiente. Finalmente cuando me temí lo peor y a saber que aquello significaría, del fondo del pasillo llegó alguien que parecía decidir algo allí y empezaron a conversar acaloradamente y a mover de nuevo mis papeles arriba y abajo. Tras largas deliberaciones entre ellos de pronto aquella mujer con semblante de hielo aun más impertérrita si cabe se puso a pegar sellos como desatada y en pocos segundos me libró con cierta indignación la documentación en el mostrador. Como un idiota y casi sin creerlo hice un gesto como preguntando si finalmente podía pasar, si tenía su permiso para cruzar, a lo que aquella mujer asintió con su cabeza e hizo el ademán de que me marchase rápido, la dejase en paz, y lo hiciera antes de que se arrepintiera.

Moscow 2006

viernes, 15 de febrero de 2013

El Equipaje

Como una exhalación tomé los documentos y corrí hacia la cinta trasportadora a por el equipaje, pero ésta estaba prácticamente vacía. La cinta giraba y giraba aun con algunos paquetes pero nada que me perteneciera. Desde luego en Moscú y sin mis maletas iba a ser un comienzo muy duro. Me desesperé y estuve a punto de caer en una crisis nerviosa. Me decía a mi mismo que ahora no podía perder el temple ni la compostura, y que ponerme a gritar en medio de un Aeropuerto y nada menos que en Moscú aun fuera justificado no podría sino traerme aun peores consecuencias como recién estrenado turista. Discutir y resistirse a la policía rusa no era una buena idea como inicio para unas memorables vacaciones. Traté de calmarme y no impacientarme más de lo que ya estaba. Me dieron un montón de papeles para rellenar y cursar la reclamación pero en cirílico ¿quién sería capaz? Desde luego no yo. Todo parecía un auténtico despropósito y me pregunté si acaso no era objeto de una desvergonzada extorsión, si todos, desde el mandamás en el puesto de Aduanas hasta el chico de las maletas se hubieran confabulado en un siniestro complot de espías rusos para robarme. Probablemente esa tarde no batí el record de tiempo en cumplimentar las hojas de reclamación con bolígrafo en una mano y diccionario Inglés-Ruso en la otra pero afortunadamente el Aeropuerto no tenía prisa, no cerraba y finalmente parece que conseguí rellenarlas con mayor o peor acierto. Me dijeron que no me preocupase. Me aconsejaron que me marchase, que seguro finalmente encontrarían mi equipaje y que inmediatamente lo recibiría en el Hotel. Ese “inmediatamente” a mí me sonó burlesco pero ¿qué podía hacer en tal situación?

Moscow 2006

jueves, 14 de febrero de 2013

Sheremetevo

Allí, en el Aeropuerto ruso de Sheremetevo-2 abandonaba toda esperanza de recobrar mis pertenencias y lo dejaba todo en manos de un fornido joven que me prometió recuperarla. La vida se me resbaló en ese instante y a punto de enloquecer, pues cuando yo hacía una maleta era para poner toda mi vida dentro. Sin suerte, como desamparado tomé un taxi que probablemente me pidió por el trayecto lo máximo que me pudo sacar. Yo le tendí los dólares sin protestar. Hastiado estaba demasiado cansado para regateos. Presupuse que al menos la cosa no podía ir a peor y eso que solamente acababa de llegar. La noche estaba ya en ciernes y pronto presentaría su oscurecer insondable.

Moscow 2006

miércoles, 13 de febrero de 2013

El Hotel

Desolado crucé la puerta del Hotel y lo primero que hice al llegar fue preguntar en recepción por Vicky, si pudiera ser que hubiera llegado antes que yo. Pero no todas las recepcionistas hablaban Inglés, así que se dirigió a mí una chica que en un perfecto Inglés me informó que mi acompañante aun no se había registrado pero que no me intranquilizase ya que a su llegada me llamarían al teléfono de mi habitación para comunicármelo. Tomé el ascensor hasta mi habitación con mirada triste, incómodo y bastante atascado. Abatido abrí la puerta de aquellas estancias y entonces me introduje en una atmósfera acogedora y limpia. Silenciosa me aguardaba para dejarme grata y profundamente impresionado. Un tono caoba de luz lo invadía todo penetrando todos los rincones de la casa. Los muebles de una solidez clásica y estilo imperial, retratos de hermosos cuadros colgados en las paredes me transportaron por unos instantes a otro tiempo, un tiempo romántico de damas y caballeros que aun con las dificultades propias de la época supieron crearse un mundo entrañable, y eso dibujó de nuevo en mi rostro una media sonrisa y me dije que aun habiéndolo perdido todo, al menos podría ofrecerle a Vicky un cálido hogar. Salí a la terraza, y una ciudad inmensa se divisaba frente a mí en un plano sin igual, algunos rascacielos tocaban un techo sin nubes y de pronto el cielo de Moscú se rompió llenó de luces y colores de fuegos artificiales, me pregunté si acaso celebraban alguna festividad o era el recibimiento a las noches blancas de Moscú. Mientras me maravillaba repentino el teléfono sonó insistente y atropelladamente salí del balcón para entrar y coger el auricular. Una voz suave se dirigía a mí en ruso.

Moscow 2005

martes, 12 de febrero de 2013

La Sorpresa

“¿Vicky? ¿Vicky?” aturdido balbuceé. La tensión y el nerviosismo del momento no me ayudaban a comprender las palabras de aquella voz femenina que me hablaba desde el otro lado de la línea telefónica. Por más que lo intentase no entendí una sola palabra. No sabía que hacer, bajar o aguardar a que sucediera algo, pero de repente el timbre de la puerta del apartamento me quitó de mi ensimismamiento. Corrí hacia ella, lleno de emoción... quizá para el momento más esperado de toda mi vida. Todo un mundo concentrado apenas en un decisivo segundo se haría realidad en aquel sólo instante. Abrí la puerta y mis suposiciones se hicieron reales enmudeciendo lo que es, de lo que bien pudo ser, ó porque efectivamente allí estaba mi estrella entera. Ese instante de felicidad completa no podía calificarse solamente con palabras. No sabía como reaccionar y no sabía como agradecer tampoco aquel instante de fortuna. La emoción me embargaba. Cuesta creer que aquello fuera verdad. Por fin... Ella estaba allí, ... sólo que aun no era Vicky sino mi preciada maleta. Y ahí estaba también aquel corpulento joven ruso del aeropuerto y que no me mintió. Cumplió su promesa, tal y como me dijo la recuperó para traérmela. Yo estaba tan agradecido que no cabía de alegría y tampoco sabia como pagarle aquella eficiencia. Creo que por primera vez comprendí a Rusia en toda su dimensión humana. Aquel muchacho se sentía también orgulloso y eufórico por saberse con el deber cumplido y ese era un futuro posible para una juventud rusa, un pueblo que un día se supo fuerte como sus vientos tras la revolución social por alcanzar la justicia y la libertad, pero no nos engañemos sabemos a donde condujo eso, a nuevas injusticias y la falta de libertades comunistas, y esa medida justa y honrada para hacerse realidad debería llegar hasta el ultimo confín de la tierra rusa y barrer también aires viciados y corruptos que sobrevolaron esas tierras y eso más que improbable era toda una quimera.


Moscow 2006

lunes, 11 de febrero de 2013

Despertar a la Alegria

Di gracias al cielo por traerme la alegría, ahora sólo faltaba Vicky y la felicidad sería completa. Salí de nuevo a la terraza lleno de un renovado optimismo, el cielo de Moscú albergaba aun la neblina que los cohetes de artificio dejaron de estela pero yo lo veía claro y cualquier automóvil que se acercaba al hotel pensaba que ese era el suyo, el imprescindible, el único y el que importaba. Pero la noche se alargaba y nada sucedía, bajé nuevamente al vestíbulo para interesarme y preguntar si se había recibido alguna llamada pero sin embargo, no, nada, nadie. En aquel instante pensé que algo no iba bien y de nuevo hizo presencia el espanto. Aquella sospecha que encoge y te tiene aterido, un frío que recorre como un fino sable de acero tu espalda. Los momentos dichosos no son prolongados en el tiempo, eso es sabido, y son como briznas centelleantes de fuego, como si prendieras una frágil cerilla y poco a poco vieras como se va consumiendo. Así de ese modo fue apagándose la ilusión rusa de la llegada de Vicky, pero aun me mantenía firme en que ella finalmente aparecería en cualquier momento. Confiaba que pronto toda aquella espera y ansiedad finalizaría. El cansancio hizo mella en mí, demasiadas emociones y aun las de por venir y me dejé caer en el espléndido sillón y al poco y sin quererlo fui sumiéndome en el profundo sopor del más íntimo silencio. Parecía como si me resistiera a someterme a la traidora somnolencia y en pequeños vuelcos volvía en mi cabeceando, sin embargo el adormecimiento se apoderaría de mí, una y otra vez hasta bien entrada la madrugada. Entonces los tenues halos de luz de un tímido sol matinal penetraron entre las silentes cortinas para anunciarme que volvía de nuevo a la realidad y ésta era temiblemente más cruda y también poco amable. Y ésta había pasado repentinamente de sueño a pesadilla. ¡No!. Vicky No. En aquel instante más que intuirlo creí tener definitivamente constatado que Vicky no vendría. Y que eso era irreversible. No, nada, nadie, y ni rezar podría traerme consuelo.

Moscow 2005

domingo, 10 de febrero de 2013

La Vergûenza

¡Uff! Que vergüenza. Una vergüenza que sentía y no era la mía propia sino ajena y me aplacó sin fuerzas y entonces empecé a temblar sin ningún control. Tiritaba de frío aun aquella estancia estuviera cálida. No me sentía bien, tenía ganas de vómito, durante todo aquel tiempo no había tomado nada, así que tampoco tenía nada en el estomago para devolver. Era una sensación extraña de vacío difícil de explicar y que jamás había experimentado antes. La sensación más próxima debería ser la de enfado, pero ésta inexplicablemente no la sentía ni poco ni mucho. Estaba demasiado avergonzado como para enojarme. Una gran desilusión estaba a punto de aparecer de un modo físico y demoledor y en esos casos lo propio es llorar. El llanto recoge toda la tensión y la expulsa al exterior liberando todos los males, pero yo no sentía la rabia de alguien que había sido vulnerado. No tenía ira, ni rencor. Seguro que me hubiera gustado experimentarlos en aquellos momentos así de tan amargos. Gritar encolerizado me hubiera sido de un gran consuelo pero no podía, siquiera eché una lágrima. Porque no sentía pena, ni desprecio, ni dolor y eso me desconcertaba aun más. Lo cierto es que no sentía nada, absolutamente nada, estaba completamente vacío, incluso libre de las más primigenias y más primales emociones humanas. Ausente de todas quería lamentarme, compadecerme de mi mismo y darme alguna lástima pero me era totalmente imposible, sencillamente no podía, sólo aquel angustioso frío que me traspasaba la piel calándome hasta en los más recónditos huesos del alma y que no me daba descanso mientras mis manos temblaban ateridas sin un posible control. Y me preguntaba ¿ahora qué? ¿y ahora qué más? No me sentía engañado. Si timarme hubiera sido el propósito final de Vicky podía haberlo hecho sin dificultades pero ¿acaso dejarme vivir en una farsa no era aun una mayor traición y el mayor de los fraudes? La ilusión de conocer a Vicky me había costado mucho dinero, casi más del que podía permitirme pero el dinero en ese caso sólo era algo metálico, frío y hueco. Lo que me causaba sufrimiento era dilapidar por completo el sueño. ¿Por qué miente la gente? Me pregunté. ¿Por miedo, inconsciencia o crueldad? Hay mil motivos para la mentira, el problema es que una vez pronunciada no hay oportunidad para enmendarla. Sabía que el amor en ocasiones es injusto.

Moscow 2006

sábado, 9 de febrero de 2013

Sin Rumbo

A última hora de la mañana salí del hotel sin rumbo fijo. No deseaba alejarme mucho del Hotel pero pensé que el aire fresco me refrescaría las ideas. Llegué hasta un descuidado y vetusto edificio circular el cual pensé que tal vez sería una especie de mercado pero muy al contrario se trataba de una peculiar estación de metro. Miré confuso los paneles, los rótulos, los carteles, los anuncios, periódicos y revistas y no comprendí ni una sola palabra. Cómo si de una indolente metáfora se tratase ésta representaba mi propia existencia actualizada. Yo tampoco no comprendía nada. En aquellas circunstancias experimenté cuanto pesa el sentirse abandonado a tu propia suerte. El caso cierto es que en aquellos instantes completamente desorientado era incapaz de distinguir una farmacia de una floristería. Al poco, y después de dar la vuelta a la manzana con la mente más clara volví con la idea de tomar las maletas y regresar a Barcelona cuanto antes mejor. A poder ser en el primer vuelo que estuviera disponible. Allí no hacía nada excepto el ridículo espantoso que como una aguda tenaza atormenta. De regreso al hotel y justo al entrar por la puerta y poner pies en el primer escalón me giré, pues me pareció que una recepcionista me llamaba. Efectivamente, una señorita estaba reclamando mi atención y solicitó que me acercara al extremo del mostrador ya que tenía algo importante que comunicarme. De inmediato se me iluminó la cara pensando que por fin se trataba de Vicky, algún mensaje o noticias suyas. La recepcionista se dirigió a mí y me dijo que lamentaba que mi acompañante finalmente no se hubiera presentado ni tampoco que se hubiera puesto en contacto conmigo y me hizo de tirón una proposición insólita y que yo apenas daba crédito. La cosa era sencilla, la chica me explicó que dado que era ostensible que me encontraba sólo en la ciudad y ella justo tomaba vacaciones ahora mismo, me proponía que si era de mi agrado me acompañaría y me enseñaría  la ciudad de Moscú, naturalmente de modo gratuito y sin coste alguno por mi parte. Ella también quiso observarme que eso sería un asunto privado entre nosotros, digamos confidencial y absolutamente inusual por su parte, es decir una única excepción. Me dejó claro que no pensara mal, que nunca hacía eso y aun menos con clientes del Hotel, pues se jugaba el empleo si se enteraban sus Directores. Me quedé medio mudo pero era un buen trato, al fin y al cabo, si regresaba a mi país y contaba que una vez estuve en Moscú y ni siquiera visité la Plaza Roja tendría que dar algunas explicaciones poco creíbles. Tal vez demasiadas. Acepté. 

Moscow 2005
     

viernes, 8 de febrero de 2013

Yulia

Yulia y yo nos citamos a la entrada del metro y tomamos dirección al Kremlin. El metro de Moscú es esencial, extraordinario y del cual los moscovitas suelen enorgullecerse. Y ciertamente un dominio exhaustivo del metro te permite recorrer toda la ciudad. Yulia era bonita, amable y elegante. Hablaba un Inglés excelente. Pregunté el motivo por el cual se ofrecía de un modo tan solícito a hacerme de guía en la ciudad y Yulia adujo con mucha sinceridad que por varias razones: una porque tenía tiempo libre, dos porque mejoraría su conocimiento en idiomas, tres porque le permitía regresar de nuevo a lugares de interés que quizá sola no se atreviera a visitar y una cuarta porque ese occidental le parecía buena persona desde el primer momento que lo vio. Bien. Yulia era una joven divorciada como otras rusas y con un buen empleo en un distinguido Hotel de la ciudad. Yulia confesó ser muy cristiana, lo cual me extrañó pero pronto pude percibir que por toda la ciudad la presencia religiosa era abundante y se respiraba por doquier, en cada plaza o calle, a pocos metros se alzaba una hermosa iglesia. Obvio que el comunismo, aunque lo intentara de una y mil maneras lo que es acabar con la devota Rusia no pudo ni supo. Sí, extraño que el lugar más ateo en realidad no fuera sino uno de los puntos más religiosos de la Tierra. Ante tales evidencias y a instancias de las preguntas de Yulia admití también ser creyente pero no religioso, según en mi opinión las creencias nos unían, y las religiones nos separaban. Al fin y al cabo las enseñanzas de Jesús para quien bien quisiera escucharla nos pide Fe, no dice nada de profesar una u otra Religión, concluí ante el asombro de Yulia.

Moscow 2005

jueves, 7 de febrero de 2013

El Extranjero

Me consta que a Yulia aquel extranjero que yo era le resultaba interesante, y no atinaba a comprender la razón por la cual Vicky había renunciado a encontrarse con él y llegar a conocerlo. Además Yulia se sentía molesta. Aseguró que las mujeres rusas no eran de ese modo y que el comportamiento de Vicky le avergonzaba como compatriota y que Vicky no las representaba en absoluto. Preguntó por qué no había llamado pidiéndole explicaciones, es más se ofreció para ser ella misma quien la llamase y hablar con ella de rusa a rusa. Me negué, dije que si ella no había venido tendría sus razones y llamarla para decirle lo que yo pensaba de su jugada no tenía sentido, pues ella podía ya tener una ligera idea e imaginárselo, y con ello tampoco hubiéramos arreglado poco o nada. Yo nunca supe lo que en realidad ocurrió con Vicky, pues jamás volví a saber más de ella. Ni una llamada de teléfono, ni un e-mail, nada. Quien sabe los motivos por los cuales no nos conocimos finalmente. Vicky faltó a la cita y a su palabra dada pero la sospecha de que tal vez la desconfianza hiciera mella en ella en el último instante es probable, al fin y al cabo qué garantías tenía que aquello no fuera una artimaña o la trampa de un extranjero que quisiera embaucarla en quien sabe qué. Se escuchan tantas cosas de mafias y secuestros.

Moscow 2006

miércoles, 6 de febrero de 2013

El Desenlace

Quizá Vicky esperó a confirmar que yo había cumplido con mi palabra y me encontrase en Moscú, antes de que ella iniciara un viaje tan arduo. ¿Quién sabe? Pero ese no era nuestro acuerdo. Así que pensé que cada cual hiciera lo que considerase mejor y más oportuno, yo no juzgaría a nadie, no forzaría la situación ni reprendería a alguien a quien amaba eternamente, eso no estaba tampoco en mis planes. Prefería guardar el recuerdo de Vicky como algo que bien pudo ser bueno. Dejar que la historia se escribiera a sí misma era lo adecuado. Y sentados en la terraza de un bar de la popular Ulitsa Arbat, mientras Yulia sacaba un cigarrillo me lanzó una nueva y tentadora propuesta. Yulia dijo que tenía previsto en sus vacaciones viajar al Mar Negro, a la ciudad de Odessa, un centro de recreo y turismo para muchos rusos en Ucrania. Allí vivía su hermano al cual también visitaría y me invitaba a que la acompañase en ese viaje. Nuevamente quedé sorprendido por la iniciativa y fuerza de la mujer rusa capaz de decidir rápidamente con gran autonomía que hacer con su vida. Sonreí sonrojado y aun pareciéndome una extraordinaria oferta me excusé educadamente y la desestimé, pues no es que Yulia lo desmereciera, bien al contrario sino que no podía acompañarla, no más, pues durante y a poco de iniciar el paseo por las calles de Moscú descubrí algo sorprendente, arrebatador y casi inconfesable: Me había olvidado por completo de todo, y especialmente de Vicky y rogaba para que no apareciera ahora y aun mejor nunca en la vida, pues era demasiado tarde. Y es que me había vuelto a enamorar loca y perdidamente, sólo que esta vez no lo hacía de la sublime sonrisa de una sola mujer sino del rostro de toda una ciudad entera. De la humildad y orgullo de todos los corazones rusos. De la sencillez y complejas maneras de todas las gentes con las que nimiamente traté esos días y de la pavorosa y exultante belleza de todas las mujeres rusas. Me había enamorado completamente de aquella enigmática ciudad de Moscú y deslumbrado me moría por recorrer cada piedra, cada calle, cada parque, cada aroma, cada fuente, cada todo ... Nada ni nadie me movería de ahí hasta que mis sentidos fueran bendecidos por la sagrada hermosura del más intimo y loado descubrimiento: La verdad tangible de Rusia.

Moscow 2006

martes, 5 de febrero de 2013

Sentirse Vivo, Ser para siempre

De regreso al hotel en Opexobo (Oriejova) me sentía tranquilo y satisfecho, pensé que a pesar de todo aquel extraño viaje había valido mucho la pena, desde luego si no hubiera aceptado el reto de afrontarlo jamás hubiera experimentado y por tanto desconocería que existía un lugar en la tierra donde la felicidad no era una entelequia sino que me esperaba para acogerme en sus tiernos brazos. Aquella misma tarde anocheciendo salí a embriagarme aunque sólo fuera de los aires que contumaz arreciaban las calles del sur de Moscú. Llegué hasta lo que parecía un Supermarket y allí me detuve a echar un vistazo al tiempo que salían un grupo de jóvenes con bebidas. Por supuesto aquello era Rusia y si alguien se pregunta que jóvenes tienen la patente mundial del popular “botellón” no les quepa duda que probablemente se encuentren en un lugar apropiado. Ciertamente a ellos – en mi opinión – no les parece una afirmación nada correcta y les resulta bastante enojosa pero volvamos a lo que nos ocupa con ellos. A esos jóvenes les acompañaba una chiquita rubia y delgada con una mirada azulada que desbordaba. Nuestras miradas coincidieron veteadas y yo no pude si no desviar la vista pues si hubiera sido por mí me la hubiera comido con la vista con tan descaro que sólo hubiera causado el escándalo. De todos modos pensé que jamás la conocería y vi como ella giraba a la derecha así que tomé la izquierda. Llegué hasta una plaza a la que las gentes del lugar la renombran con el nombre de la “fontain” por una fuente que no arroja agua alguna y que está llena de jóvenes haciendo qué ... Pues ¿cómo no? el universal “botellón”. Me acerqué y vi como todos se me quedaban mirando, era obvio que me habían descubierto. Adivinaban que no era ruso pero ... ¿acaso sería de los suyos? Poco a poco, se me acercaban más y más y me hacían preguntas. Para cuando dije algo parecido a “yo no comprendo” en mi precario especie de ruso una masa de gentío me rodeaba ya. Me asusté un poco porque todos preguntaban a la vez, sin descanso, querían saber todo y se empujaban entre ellos para estar más cerca de mí y escucharme mejor. Su actitud lejos de cualquier recelo era amistosa pero eran tantos que intimidaban. Dije alguna vez que esa escena vivida me recordaba en mucho a la célebre película “bailando con lobos” cuando el oficial protagonizado por Kevin Costner tiene un primer encuentro con una tribu india.

Moscow 2006

lunes, 4 de febrero de 2013

Bailando con Rusos

Los jóvenes rusos del sur de Moscú no están muy habituados a que un extranjero, un europeo, un español, un catalán por más señas pasee por sus calles como si cualquier cosa, así que aquello fue algo que rompía entonces mucho la monotonía del lugar. Yo traté de responder a todas sus preguntas, lo hice en Inglés, y algunos que lo entendían se desvivían en traducirlo a sus compañeros. Ellos estaban allí con guitarras cantando y yo aproveché para tocar algunas canciones. Se quedaron embobados y todos querían ser mis amigos, las chicas también, y me daban números de e-mail para que les escribiera y sobretodo no paraban de invitarme a beber. Aun a pesar de parecer descortés traté de evitar siempre que pude el Vodka con gran enfado por su parte y sólo traté de corregirlo en la medida que fui aceptando alguna cerveza (pivo). Pude descubrir y saborear que el licor era suave y más aromático que el que conocíamos en España. Era una noche oscura sólo que incomprensiblemente esa noche tenía una luminosidad indescriptible, no sólo en el cielo sino también en aquel preciso instante y lugar, pues una gran energía, alegría y bullicio se adueñaron de la Plaza. Entonces, alguien aparcó su coche en la acera, abrió la parte trasera y de unos altavoces gigantes tuvimos música para bailar ¡fantástico!

Opexobo 2006

domingo, 3 de febrero de 2013

Vika

Las jóvenes rusas se disputaban bailar conmigo y no es que yo fuera muy atractivo pero supongo despertaba su atracción y la curiosidad. Era la novedad y eso en aquellos momentos era valorado. Empecé a bailar y estando de pie cerca de mí había una chica que no me perdía ojo ni un instante y de pronto las piernas me flaquearon pues era nada más ni nada menos que la misma joven a la que no pude resistirme a mirar de arriba a bajo en el Supermercado. De pronto dejé de bailar, a lo que aquellas rusas se sintieron dolidas y bastante despechadas. Pero es que sólo tenía ojos para una sola. Me acerqué a la chica y quedamos frente a frente. Yo le dije: “I’m here” y ella sonrió. Me contestó con un escueto y apenas inteligible inglés: “take it” y se refería a una bolsa, la cual me tendía con la mano. Y es cierto, con todo el barullo de las preguntas, vodka, cervezas, guitarra y baile, ... era la mía y la olvidé por completo. La tenía perdida totalmente, extraviada, pero no se sabe cómo ni tampoco cuando ella la recuperó para mí, pero en cualquier caso y cómo si de un ángel de custodia se me hubiera aparecido y cuidado durante todo ese tiempo ella se convirtió para mí como alguien irrenunciable. Ella entró en mi vida como una fulgurante ráfaga de aire fresco. Y es curioso porque vine a Rusia a conocer a una Victoria y ahora Moscú me la entregaba, sólo que era otra Victoria, aun mejor. Antes de marcharme al hotel, recuerdo que estaba agotado y fui a despedirme. Esa Victoria a quien todos llamaban Vika me dijo en un precario Inglés que entendí mejor en su mirada que en sus labios. Pues en su mirada celeste podía leerlo todo o casi todo. Su mirar era transparente, aun ella quisiera disimular: ¡Ah! ¿mañana vendrás? Yo estaré aquí - dijo. Por supuesto yo allí estaría. Donde quiera que ella estuviera deseaba estar también, pues era como un Paraíso para mí. Ella llenaba el espacio de un azul “galovoi” ruso y le dije sin pensarlo: “Дa” (Sí).




Tsaritzyno 2005

sábado, 2 de febrero de 2013

Ilusiones Rotas

De regreso al hotel me sentía como un joven que aguardaba una nueva cita con alguien que llenó su vida de esperanza de nuevo. Pero parecía que esa chica era muy joven y que yo no lo era tanto. No podía hacerme ilusiones de un idilio con ella y por supuesto pensé que una relación o algo así no sería posible entre nosotros en ningún caso. Era lástima, pues me atraía mucho es de admitir, pero ese sentimiento se fue tornando a cada paso que me alejaba de ella en un sentimiento de fraternal ternura más fuerte que cualquier sensación de otro tipo. Debería convertirme en fiel amigo más que en un posible candidato a pretendiente o algo así. Lo cierto es que ella eran mis ojos, mis oídos y mi voz allí en Moscú. Yo en aquella época era incapaz de comprender ni una sola palabra de un idioma de un país desconocido para mí y que me parecía casi de otro planeta.

Vika / Masha 2005

viernes, 1 de febrero de 2013

La Joven Rusa

Ella era una joven rusa que debería tener una vida con jóvenes rusos y una vida rusa, en cambio yo tenía una vida en España. Esa era mi Vika y lo entendí desde el principio no obstante por las experiencias que vivimos durante aquellos maravillosos días y aun éstos se circunscribieran a meras miradas, besos, abrazos, emociones, canciones y bailes que eran juegos tiernamente inocentes, de expresión cándida, pura y sensual, y en los lugares y parajes más románticos que un ser humano hubieran podido experimentar y conocer, todo daba a entender que pedir más hubiera sido innecesario para alcanzar la felicidad y eso también llena de nueva energía tu atmósfera para respirar y queda escrito como una plegaria en el árbol de la vida para siempre.




Tsaritzyno 2005