sábado, 9 de febrero de 2013

Sin Rumbo

A última hora de la mañana salí del hotel sin rumbo fijo. No deseaba alejarme mucho del Hotel pero pensé que el aire fresco me refrescaría las ideas. Llegué hasta un descuidado y vetusto edificio circular el cual pensé que tal vez sería una especie de mercado pero muy al contrario se trataba de una peculiar estación de metro. Miré confuso los paneles, los rótulos, los carteles, los anuncios, periódicos y revistas y no comprendí ni una sola palabra. Cómo si de una indolente metáfora se tratase ésta representaba mi propia existencia actualizada. Yo tampoco no comprendía nada. En aquellas circunstancias experimenté cuanto pesa el sentirse abandonado a tu propia suerte. El caso cierto es que en aquellos instantes completamente desorientado era incapaz de distinguir una farmacia de una floristería. Al poco, y después de dar la vuelta a la manzana con la mente más clara volví con la idea de tomar las maletas y regresar a Barcelona cuanto antes mejor. A poder ser en el primer vuelo que estuviera disponible. Allí no hacía nada excepto el ridículo espantoso que como una aguda tenaza atormenta. De regreso al hotel y justo al entrar por la puerta y poner pies en el primer escalón me giré, pues me pareció que una recepcionista me llamaba. Efectivamente, una señorita estaba reclamando mi atención y solicitó que me acercara al extremo del mostrador ya que tenía algo importante que comunicarme. De inmediato se me iluminó la cara pensando que por fin se trataba de Vicky, algún mensaje o noticias suyas. La recepcionista se dirigió a mí y me dijo que lamentaba que mi acompañante finalmente no se hubiera presentado ni tampoco que se hubiera puesto en contacto conmigo y me hizo de tirón una proposición insólita y que yo apenas daba crédito. La cosa era sencilla, la chica me explicó que dado que era ostensible que me encontraba sólo en la ciudad y ella justo tomaba vacaciones ahora mismo, me proponía que si era de mi agrado me acompañaría y me enseñaría  la ciudad de Moscú, naturalmente de modo gratuito y sin coste alguno por mi parte. Ella también quiso observarme que eso sería un asunto privado entre nosotros, digamos confidencial y absolutamente inusual por su parte, es decir una única excepción. Me dejó claro que no pensara mal, que nunca hacía eso y aun menos con clientes del Hotel, pues se jugaba el empleo si se enteraban sus Directores. Me quedé medio mudo pero era un buen trato, al fin y al cabo, si regresaba a mi país y contaba que una vez estuve en Moscú y ni siquiera visité la Plaza Roja tendría que dar algunas explicaciones poco creíbles. Tal vez demasiadas. Acepté. 

Moscow 2005
     

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