lunes, 11 de febrero de 2013

Despertar a la Alegria

Di gracias al cielo por traerme la alegría, ahora sólo faltaba Vicky y la felicidad sería completa. Salí de nuevo a la terraza lleno de un renovado optimismo, el cielo de Moscú albergaba aun la neblina que los cohetes de artificio dejaron de estela pero yo lo veía claro y cualquier automóvil que se acercaba al hotel pensaba que ese era el suyo, el imprescindible, el único y el que importaba. Pero la noche se alargaba y nada sucedía, bajé nuevamente al vestíbulo para interesarme y preguntar si se había recibido alguna llamada pero sin embargo, no, nada, nadie. En aquel instante pensé que algo no iba bien y de nuevo hizo presencia el espanto. Aquella sospecha que encoge y te tiene aterido, un frío que recorre como un fino sable de acero tu espalda. Los momentos dichosos no son prolongados en el tiempo, eso es sabido, y son como briznas centelleantes de fuego, como si prendieras una frágil cerilla y poco a poco vieras como se va consumiendo. Así de ese modo fue apagándose la ilusión rusa de la llegada de Vicky, pero aun me mantenía firme en que ella finalmente aparecería en cualquier momento. Confiaba que pronto toda aquella espera y ansiedad finalizaría. El cansancio hizo mella en mí, demasiadas emociones y aun las de por venir y me dejé caer en el espléndido sillón y al poco y sin quererlo fui sumiéndome en el profundo sopor del más íntimo silencio. Parecía como si me resistiera a someterme a la traidora somnolencia y en pequeños vuelcos volvía en mi cabeceando, sin embargo el adormecimiento se apoderaría de mí, una y otra vez hasta bien entrada la madrugada. Entonces los tenues halos de luz de un tímido sol matinal penetraron entre las silentes cortinas para anunciarme que volvía de nuevo a la realidad y ésta era temiblemente más cruda y también poco amable. Y ésta había pasado repentinamente de sueño a pesadilla. ¡No!. Vicky No. En aquel instante más que intuirlo creí tener definitivamente constatado que Vicky no vendría. Y que eso era irreversible. No, nada, nadie, y ni rezar podría traerme consuelo.

Moscow 2005

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.