martes, 19 de febrero de 2013

La Promesa

Sólo puse una única condición. Le pedí que por favor lo pensara bien y si acaso no quería o no podía me lo dijera. Que si ella no estaba segura me lo dijera ya, que yo lo entendería perfectamente y no insistiría, pero que me asegurase de un modo inequívoco que ella estaría allí esperándome y en el lugar acordado ya fuera con sol, lluvia o nieve. A lo que ella asintió emocionada. “I’ll be there honey” Vicky repitió una y otra vez ilusionada y contenta: “I’ll be there, I swear, I swear” Entonces busqué para ese encuentro un lugar exquisito y romántico en unos elegantes apartamentos al sur de la ciudad con vistas a los hermosos parques de Moscú, rodeado de profundos bosques en los cuales Catalina la Grande paseó y cabalgó cerca de sus Palacios en sus días residenciales de Moscú. Era un Apartamento-Hotel espacioso con varias habitaciones y camas individuales, cuarto de estar con cómodos sillones, cocina, recibidor y baño lujosos. Yo no es que fuera rico, tampoco un derrochador, todo lo contrario, pero me preguntaba cuantas oportunidades da la vida para querer profundamente a un gran amor, a lo sumo un par ¿una? y aun fuera por una sola vez valía la pena gastarlo todo como la ocasión se merecía. Inmediatamente le envié fotos del lugar que sería nuestro hogar las próximas semanas y Vicky se sintió conmovida por todos aquellos preciosos detalles. Yo aun lo pareciera no trataba de impresionarla, mi más sincero deseo era que los dos pudiéramos compartir esos instantes únicos que la vida nos ofrecía y que ¿quien sabe si podrían volver a repetirse? Le rogué de nuevo que si ocurría cualquier eventualidad o circunstancia me llamase o bien al móvil o al teléfono de casa o a la recepción del Hotel o que usara fax o un mensaje de e-mail. Antes del encuentro las últimas palabras de Vicky fueron: “You don’t worry honey, I’ll be there, I swear”

Moscow 2006

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