miércoles, 6 de febrero de 2013

El Desenlace

Quizá Vicky esperó a confirmar que yo había cumplido con mi palabra y me encontrase en Moscú, antes de que ella iniciara un viaje tan arduo. ¿Quién sabe? Pero ese no era nuestro acuerdo. Así que pensé que cada cual hiciera lo que considerase mejor y más oportuno, yo no juzgaría a nadie, no forzaría la situación ni reprendería a alguien a quien amaba eternamente, eso no estaba tampoco en mis planes. Prefería guardar el recuerdo de Vicky como algo que bien pudo ser bueno. Dejar que la historia se escribiera a sí misma era lo adecuado. Y sentados en la terraza de un bar de la popular Ulitsa Arbat, mientras Yulia sacaba un cigarrillo me lanzó una nueva y tentadora propuesta. Yulia dijo que tenía previsto en sus vacaciones viajar al Mar Negro, a la ciudad de Odessa, un centro de recreo y turismo para muchos rusos en Ucrania. Allí vivía su hermano al cual también visitaría y me invitaba a que la acompañase en ese viaje. Nuevamente quedé sorprendido por la iniciativa y fuerza de la mujer rusa capaz de decidir rápidamente con gran autonomía que hacer con su vida. Sonreí sonrojado y aun pareciéndome una extraordinaria oferta me excusé educadamente y la desestimé, pues no es que Yulia lo desmereciera, bien al contrario sino que no podía acompañarla, no más, pues durante y a poco de iniciar el paseo por las calles de Moscú descubrí algo sorprendente, arrebatador y casi inconfesable: Me había olvidado por completo de todo, y especialmente de Vicky y rogaba para que no apareciera ahora y aun mejor nunca en la vida, pues era demasiado tarde. Y es que me había vuelto a enamorar loca y perdidamente, sólo que esta vez no lo hacía de la sublime sonrisa de una sola mujer sino del rostro de toda una ciudad entera. De la humildad y orgullo de todos los corazones rusos. De la sencillez y complejas maneras de todas las gentes con las que nimiamente traté esos días y de la pavorosa y exultante belleza de todas las mujeres rusas. Me había enamorado completamente de aquella enigmática ciudad de Moscú y deslumbrado me moría por recorrer cada piedra, cada calle, cada parque, cada aroma, cada fuente, cada todo ... Nada ni nadie me movería de ahí hasta que mis sentidos fueran bendecidos por la sagrada hermosura del más intimo y loado descubrimiento: La verdad tangible de Rusia.

Moscow 2006

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