viernes, 15 de febrero de 2013

El Equipaje

Como una exhalación tomé los documentos y corrí hacia la cinta trasportadora a por el equipaje, pero ésta estaba prácticamente vacía. La cinta giraba y giraba aun con algunos paquetes pero nada que me perteneciera. Desde luego en Moscú y sin mis maletas iba a ser un comienzo muy duro. Me desesperé y estuve a punto de caer en una crisis nerviosa. Me decía a mi mismo que ahora no podía perder el temple ni la compostura, y que ponerme a gritar en medio de un Aeropuerto y nada menos que en Moscú aun fuera justificado no podría sino traerme aun peores consecuencias como recién estrenado turista. Discutir y resistirse a la policía rusa no era una buena idea como inicio para unas memorables vacaciones. Traté de calmarme y no impacientarme más de lo que ya estaba. Me dieron un montón de papeles para rellenar y cursar la reclamación pero en cirílico ¿quién sería capaz? Desde luego no yo. Todo parecía un auténtico despropósito y me pregunté si acaso no era objeto de una desvergonzada extorsión, si todos, desde el mandamás en el puesto de Aduanas hasta el chico de las maletas se hubieran confabulado en un siniestro complot de espías rusos para robarme. Probablemente esa tarde no batí el record de tiempo en cumplimentar las hojas de reclamación con bolígrafo en una mano y diccionario Inglés-Ruso en la otra pero afortunadamente el Aeropuerto no tenía prisa, no cerraba y finalmente parece que conseguí rellenarlas con mayor o peor acierto. Me dijeron que no me preocupase. Me aconsejaron que me marchase, que seguro finalmente encontrarían mi equipaje y que inmediatamente lo recibiría en el Hotel. Ese “inmediatamente” a mí me sonó burlesco pero ¿qué podía hacer en tal situación?

Moscow 2006

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