domingo, 10 de febrero de 2013

La Vergûenza

¡Uff! Que vergüenza. Una vergüenza que sentía y no era la mía propia sino ajena y me aplacó sin fuerzas y entonces empecé a temblar sin ningún control. Tiritaba de frío aun aquella estancia estuviera cálida. No me sentía bien, tenía ganas de vómito, durante todo aquel tiempo no había tomado nada, así que tampoco tenía nada en el estomago para devolver. Era una sensación extraña de vacío difícil de explicar y que jamás había experimentado antes. La sensación más próxima debería ser la de enfado, pero ésta inexplicablemente no la sentía ni poco ni mucho. Estaba demasiado avergonzado como para enojarme. Una gran desilusión estaba a punto de aparecer de un modo físico y demoledor y en esos casos lo propio es llorar. El llanto recoge toda la tensión y la expulsa al exterior liberando todos los males, pero yo no sentía la rabia de alguien que había sido vulnerado. No tenía ira, ni rencor. Seguro que me hubiera gustado experimentarlos en aquellos momentos así de tan amargos. Gritar encolerizado me hubiera sido de un gran consuelo pero no podía, siquiera eché una lágrima. Porque no sentía pena, ni desprecio, ni dolor y eso me desconcertaba aun más. Lo cierto es que no sentía nada, absolutamente nada, estaba completamente vacío, incluso libre de las más primigenias y más primales emociones humanas. Ausente de todas quería lamentarme, compadecerme de mi mismo y darme alguna lástima pero me era totalmente imposible, sencillamente no podía, sólo aquel angustioso frío que me traspasaba la piel calándome hasta en los más recónditos huesos del alma y que no me daba descanso mientras mis manos temblaban ateridas sin un posible control. Y me preguntaba ¿ahora qué? ¿y ahora qué más? No me sentía engañado. Si timarme hubiera sido el propósito final de Vicky podía haberlo hecho sin dificultades pero ¿acaso dejarme vivir en una farsa no era aun una mayor traición y el mayor de los fraudes? La ilusión de conocer a Vicky me había costado mucho dinero, casi más del que podía permitirme pero el dinero en ese caso sólo era algo metálico, frío y hueco. Lo que me causaba sufrimiento era dilapidar por completo el sueño. ¿Por qué miente la gente? Me pregunté. ¿Por miedo, inconsciencia o crueldad? Hay mil motivos para la mentira, el problema es que una vez pronunciada no hay oportunidad para enmendarla. Sabía que el amor en ocasiones es injusto.

Moscow 2006

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