domingo, 17 de febrero de 2013

La Llegada

Finalizando la travesía el comandante anunció que nos acercábamos a nuestro destino y que la ciudad de Moscú estaba a las puertas. Miré expectante por la ventanilla y por primera vez la vi emerger imponente en el horizonte. El sol aun la iluminaba y las casas y granjas a las afueras se divisaban diminutas en vivos colores rojo, verde, azul y amarillo y que impregnadas de una brillante barniz se antojaban como de plástico, como casitas de las fichas de intercambio del juego del “Monopoly”, luego el peso del modelo gris soviético se impuso de un modo poderoso y abundante entre el verde de los bosques sólo roto por el brillante tono de las cúpulas de las numerosas iglesias. Me fascinó la desconocida Moscú desde el aire pero ahora se acercaba y era el momento crítico e inquietante de pasar por la Aduana. Aun no ocultando nada y con los papeles requeridos en regla era un momento angustioso y bastante estresante para mí, pues y ¿si a alguien que mandase algo allí se le ocurriera decidir que debía tomar la maleta de vuelta y regresar en el próximo vuelo? me preguntaba. Lo que viniera a continuación era un misterio y fuera lo que fuera, notaba en la atmósfera algo raro, una intangible intuición y con extraños pensamientos que me anunciaban un desenlace no muy favorable. Ese presentimiento se cernía sobre mí en aquellos instantes ¿pero el qué? ¿cual?

Moscow 2005

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