lunes, 18 de febrero de 2013

Noches Blancas de Moscú

Yo esperaba con impaciencia el día de tomar el vuelo y a pesar de que el viaje me inquietara enormemente trataba de apartar esos vagos pensamientos y pensar en cosas positivas y así para matar el tiempo me dirigí a unos grandes almacenes y compré un montón de regalos para Vicky, Nikita y su familia. Cuando llegó el 5 de Agosto de 2005 ya no había marcha atrás. Tenía planeado que Rusia durante las próximas semanas me acogería entre sus inconmensurables brazos. Cientos de preguntas y dudas que durante meses rodearon en torno a nuestras desconocidas vidas ahora se despejarían de un vuelo. La noche anterior a nuestro encuentro nos despedíamos para hallarnos a la noche siguiente en persona, frente a frente, uno con el otro, finalmente juntos. El día acordado y la hora de la verdad había llegado. Naturalmente esa noche la emoción que me embargaba apenas me había dejado dormir pero me levanté con energías renovadas, un suspiro de esperanza me empujaba a tomar con fuerza el equipaje hasta el punto de embarque. Luego subí al avión con el nerviosismo y guardo de todo enamorado al saberse tan lejos de su amor así como tan cerca de su más pronta felicidad. Al sentarme en el avión pronto me di cuenta que tal como el avión despegaba y se elevaba entre las infinitas y espumosas nubes blancas el desasosiego desaparecía y entraba sumiéndome en otro mundo. Una aeronave que me habría de transportar a un nuevo planeta Tierra donde moraba mi dulce amada. Los viajeros y tripulación hablaban otro idioma, uno totalmente incomprensible para mí. Los rótulos y las palabras eran indescifrables. Todo era distinto pero todo parecía ir en su curso y perfectamente bien. Yo desde un buen principio fui reacio a aquel viaje, estaba temeroso y dubitativo, y es natural que me preguntase ¿a donde me conduciría aquel vuelo? pero a la vez me exponía entero, satisfecho, desnudo a lo desconocido, pues ¿acaso no todos somos juguetes en manos del destino?

Moscow 2006

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