martes, 19 de marzo de 2013

Por Casualidad

A pesar de ser un evento importante, todo ello hubiera pasado desapercibido para mí si la casualidad no hubiera hecho acto de presencia en un caluroso y sofocante día de verano de Agosto y yo no me hubiera encontrado a muy pocos metros de ese tal evento. Aquella tarde iba a experimentar algo poco común. La cosa es que tomé el coche para ir a la Barceloneta a tomar un poco el sol. Era una decisión meramente repentina y poco usual en mí. Mi piel es blanca, y también delicada y no soy amante del ardiente sol de las playas, así que esperé hasta que éste se perdiera en el ocaso, al tiempo que descubría una cala muy particular donde la gente desinhibida se bañaba en su máxima desnudez. Era cala nudista. Decidí bajar y tratando de pasar lo más desapercibido posible busqué un lugar entre la multitud que poblaba la arena. Me ubiqué cómo pude y cerca de una chica en la plenitud de su juventud y que lucía una espléndida figura además de irradiar toda la energía que había recibido del astro rey pocas horas antes. Tendida en silencio y cubierta sólo por unas gafas oscuras no dejaba de reír disimuladamente viendo como aquel nuevo e ignoto vecino presentaba reflectante todo un abanico de blancos posibles en una sola piel y que trataba sin mucho éxito de acomodarse en una tierra que aun le parecía hostil, pero sonrojado hasta las cejas se sintió tan profundamente intimidado como para finalmente marcharse. Pues no tardé mucho tiempo en volver a calzarme y vestirme para tomar el camino que seguía el rompeolas.


Verano 2004


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